miércoles, 20 de mayo de 2009

La Revolución del Parque y un aliento de esperanza...

Esto de no tener horarios fijos por primera vez en varios lustros me está resultando todo un desafío. Es cierto... recién voy por el día #6... Ya voy a aprender a manejarlo mejor...Por lo pronto, ¡¡por fin tengo tiempo para leer!!! Y uno de los temas de hoy fue la Revolución de 1890, también conocida como la Revolución del Parque. Para mi, al menos, todo un descubrimiento. ¡No la tenía registrada! Y lo más interesante: ...hmmm... las similaridades con algunos aspectos de la Argentina de hoy, y... ¡Caray! Seguimos siendo los mismos inmaduros de siempre.Pero la lectura me dejó alguna esperanza. Es que hay quienes dicen que esa revolución marcó un antes y después en la historia argentina y "marcó el ingreso de la clase media urbana a la vida política".

¿Será posible que los argentinos dejemos de esperar al mesías político y nos decidamos a participar otra vez para detener el avasallamiento del que somos víctimas diariamente por los que ocupan hoy la Rosada?Un poquito de historia. Parece que para fines de 1889 la Argentina ya se venía cargando dos años de trepada inflacionaria, desocupación, huelgas, denuncias por corrupción y autoritarismo... Ya sabés, ¿no? Parece que en esos días era toda una novedad. Y no fue todo, para enero de 1890 llegaron también las corridas bancarias.Miguel Juárez Celman había sucedido en el cargo de Presidente de la Nación a su cuñado: el Gral. Julio Argentino Roca. Ambos pertenecían al Partido Autonomista Liberal. Ambos reunían en su figura dos cargos: el de Presidente de la República y el de Presidente del Partido. Y ambos se dedicaron a deshacerse de las fuerzas adversarias. Como fuera... ¡pero afuera! Sus opositores llamaron a este período: El Unicato.
El 26 de julio de 1990, con la firma de Francisco Barroetaveña, el diario La Nación publicó el artículo: "¡Tu quoque juventud! En tropel al éxito" que, entre otras cosas, decía:
"En medio de este general desgobierno, o del imperio de este régimen funesto, que suprime la vida jurídica de la nación reemplazándola por el abuso y la arbitrariedad, se sienten los primeros trabajos electorales para la futura presidencia, asegurándose que el Presidente actual impondrá al sucesor que se le antoje, pues dispone del oro, de las concesiones y de la fuerza necesaria para enervar los caracteres maleables y sofocar cualquier insurrección."
¡Para qué! Fue el llamado a la guerra de un grupo de jóvenes: Leandro Alem, Bartolomé Mitre, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen y, por supuesto, Francisco Barroetaveña, entre otros... Hacía rato que habían decidido levantarse en armas para "impedir la sumisión sin esperanza al régimen de Juarez". Y es que el 13 de abril una gigantesca reunión convocada para conformar la Unión Cívica (todavía no incorporaba el "Radical" atrás) juntó a casi todos los opositores. El evento se selló con una marcha a Plaza de Mayo que en el camino fue sumando gente. ¡Fue el primer acto político masivo de nuestra historia!... ¿Y cómo terminó?... ¡Dunga! ¡Dunga!
Fue tal el lío que renunciaron todos los ministros.
Mientras tanto, los muchachos de la Unión Cívica formaron una Junta Revolucionaria y se aliaron a los militares que no simpatizaban con Roca, como el Gral. Campos, el Subteniente José Félix Uriburu (el que 40 años después volteó a Yrigoyen) y otros amiguitos con charreteras.
En la fría y oscura madrugada del sábado 26 de julio empezó la rosca en la Plaza Libertad y en la Plaza Lavalle. ¡Flor de rosca! Estos chicos no llevaban palos, cadenas y tubos como los muchachos de Pérsico y D'Elía. ¡No! Llevaban armas, cañones y artillería pesada, además de las cañoneras de la flota naval sublevada que escupía furia desde el Río de la Plata. Fue sangriento y fueron derrotados. No se sabe si murieron 50, 300 o 1500. Pero los aplastaron. Se dice que el Gral. Campos los traicionó y por eso a último momento no cumplió el plan y se acantonó en la Plaza Lavalle en lugar de tomar la Rosada. En fin. ¡Fueron! Para conocer los detalles del desbarajuste que se armó (en versión cortita) te sugiero que vayas al nexo de Taringa que figura abajo. Yo acá te los ahorro.

Cuando el Congreso se dispuso a analizar lo sucedido, una vez apagada la sublevación, un senador cordobés roquista sentenció: "La revolución está vencida, pero el gobierno está muerto." Supongo que la derrota tuvo algún sabor dulce porque Juárez Celman se vió obligado a renunciar en favor del vicepresidente Carlos Pellegrini.
Y con el tiempo hubo otras consecuencias mucho más importantes. Por ejemplo, para evitar que toda contienda política se resolviera por medios violentos, en 1912 se dictó la Ley que garantizó el voto secreto. Si, es cierto, hoy con eso no alcanza. Pero lo más importante (a los efectos de estas líneas, claro) fue ese dato: por primera vez la clase media, sin necesidad alistarse en grupos con intereses particulares, salió a la calle y se involucró en la vida política. Por primera vez salió y dijo: "¡Basta! Esto termina aquí."
Y desde entonces los argentinos cada tanto salimos. Desempolvamos cacerolas y las batimos ruidosamente por las calles. Prendemos velas. Gritamos. Pero al final siempre estamos buscando seguir a alguien, siempre buscando a ése que lo va a arreglar todo, el que nos va a salvar...
¡Nadie nos va a venir a salvar!
Tenemos que salvarnos nosotros mismos: involucrándonos, participando, exigiendo y sobre todo, haciendo. Porque para reclamar derechos no tenemos problemas, pero para cumplir con nuestras obligaciones ciudadanas somos bastante vagos... ¡Total!... Hemos reducido la democracia a un esfuerzo que llevamos a cabo cada dos años: metemos un papelito en un sobrecito, lo empujamos dentro de una cajita y... ¡listo!... Ahora que se encargue otro.
¡Pero así no vale! ¡Así no alcanza! ¡Ojo! No estoy haciendo un llamado a las armas. ¡Ni ahí! No me gusta nada la violencia. ¡Nada! ¡Nada! Pero si creo que cada uno de nosotros debe preguntarse: "¿qué país estoy dejándole a mis hijos y nietos? ¿qué puedo hacer yo hoy para que este país se convierta en la Argentina en la que yo quiero vivir? ¿Cómo puedo ayudar a construirla?"
Yo quiero. ¿Y vos?


Lilly Roth